En el último tercio del siglo XVI tenemos datos parroquiales que confirma la existencia de una torre, que no espadaña, con sus dos campanas. Pero no será hasta el 14 de julio de 1.612 cuando D. Francisco Serrones del Cano, obispo de León en visita pastoral mande que se tomen los materiales válidos de dos casas caídas sobre las que se habían fundado aniversarios y se utilicen para “la edificación de la torre de la iglesia”. Pedro de la Peña será el maestro cantero designado para dirigir dicha obra. Cuatro años más tarde se pagan los cerrojos y las varillas de la torre.
Sin embargo, en la visita pastoral del 14 de mayo de 1.630 el obispo de León D. Gregorio de Pedrosa advierte de la necesidad de revisar la construcción de la torre en construcción pues puede arruinarse. Para ello manda que se paren los trabajos, se pague lo pendiente y lo que resta de obra se saque y se dé al mejor postor de entre los maestros de obra.
Así, participan en la continuación los maestros canteros Toribio Martínez, Francisco Martínez de Valle, Baltasar Velasco y Sebastián de la Granda, trabajos que se prolongan hasta 1.637 si bien prosiguen otras obras menores (escalera interior, en especial). Entre 1.647 y 1.649 se pagan materiales, cuarterones y costanas para el tejado de la torre.
Sin embargo, en la visita pastoral del 14 de mayo de 1.630 el obispo de León D. Gregorio de Pedrosa advierte de la necesidad de revisar la construcción de la torre en construcción pues puede arruinarse. Para ello manda que se paren los trabajos, se pague lo pendiente y lo que resta de obra se saque y se dé al mejor postor de entre los maestros de obra.
Así, participan en la continuación los maestros canteros Toribio Martínez, Francisco Martínez de Valle, Baltasar Velasco y Sebastián de la Granda, trabajos que se prolongan hasta 1.637 si bien prosiguen otras obras menores (escalera interior, en especial). Entre 1.647 y 1.649 se pagan materiales, cuarterones y costanas para el tejado de la torre.
Se puede afirmar, pues, que tras casi 4 décadas de obra, en 1.650 la majestuosidad de la torre oteaba ya orgullosa a sus vecinos boñarenses.
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