El castro antiguo de Boñar

Debido a la presión de diversas tribus de origen germano, varios grupos célticos emigran hacia el sur de Europa y se distribuyen por toda la península ibérica, en especial por su mitad norte. Los arevacos se asientan cerca del nacimiento del río Duero, los vaceos hacia la actual provincia de Zamora...

Entre estos nuevos visitantes permanecen generaciones de tribus indígenas que habían iniciado la exploración de los valles altos de la vertiente leonesa de la cordillera Cantábrica y que serán celtizadas en mayor o menor medida. Ya en el siglo II a. de C. dos pueblos prerromanos destacan por su asentamiento e influencia celta. Me refiero a los astures y a los cántabros.

El historiador Claudio Sánchez Albornoz coloca significativamente la frontera leonesa entre ambos en la cuenca alta del Porma: los astures hacia el poniente de la línea imaginaria que uniría el puerto S. Isidro, Cofiñal, Vegamián y Boñar (de aquí a Cistierna, Puente Almuhey para descender el Cea y untarse con el Esla en Benavente) y los cántabros hacia el saliente de dicha línea.

Este mismo momento coincide con la cultura castreña en esta misma zona. Las peculiaridades del terreno apuestan en firme por la propagación del modelo galaico de los castros ante lo inadecuado del modelo meseteño diseñado para zonas más llanas.

Orientados al norte sobre el Puente Viejo de Boñar, avistamos el castro en el término denominado "El Chivero". De forma ovalada, aprovecha la pendiente hacia el río, en la parte sur, y el corte topográfico labrado por uno de los arroyos que surcan Pico Cueto, en el norte y el este. En su parte occidental la defensa desaparece debido a una franja llana por la cual se accede al interior del mismo. Sobresalen en superficie dos altozanos enlazados pur una insignificante vaguada y una muralla de piedra derruida (apenas perceptible por la cubierta vegetal) que recorre de soroeste a noroeste todo el lateral , escorando sus rampas al mediodía.

Si sus habitantes más probables han sido los astures bien podemos saber sus costumbres gracias al testimonio que recogen el historiador griego Estrabón (en su tercer libro de la obra Geográfica) y su homólogo romano Dión Casio. Amantes de la libertad y con una alimentación basada en la recolección de frutas y frutos. Con las bellotas (producto esencial de su dieta durante casi todo el año), una vez molidas y secas, elaboraban un pan que duraba bastante tiempo. Guisaban con manteca en especial la carne de cabrito.

Los hombres se distinguían por una vestimenta oscura y una cinta ceñida a la frente que sujetaba sus largos cabellos. Las mujeres preferían adornar sus vestidos con motivos florales. Dormían en el suelo y tuilizaban lanzas, espadas y puñales para el combate y la caza. Eran valientes y fieros de carácter. En su organización social existía un fuerte vínculo que unía a los individuos de una misma gentilidad: la consanguinidad, la afinidad familiar.

Sus viviendas, de pared de piedra se remataba por cónicos tejados elaborados con caderas y elementos vegetales (urces, pajas...). En su interior, la habitación dedicaca a vivienda colocaba pegado a los muros de piedra un banco en donde se distribuían los componentes de la familia según su edad. El fuego se colocaba en medio de la estancia.

(Cf. "Boñar. Final de un histórico letargo" páginas 42-45)


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