A las nueve de la tarde de un 11 de mayo de 1.874 nacía Elicerio Martínez del Río, el benjamín de la familia. Sus padres Atanasio y Ángela, sonreían así a su séptimo hijo. Antes habían llegado Higinia, Átalo (que falleció con dos años), Pedro, Manuela, Avelina y Secundiano. Sin desmerecer a sus abuelos maternos Joaquín y Juana, los paternos tenían raigambre y apellido en la comarca: Miguel Martínez Carretero, de Oville, y Jerónima García Bances (linaje éste destacado en Boñar durante todo el siglo XIX).
Ingresa en el monasterio de los dominicos en Corias, en el valle asturiano del Narcea, donde toma el hábito en 1.891 y realiza la mayor parte de los estudios de filosofía y teología. Será sin embargo en el convento de Salamanca en el que los concluya y en el cual se ordene sacerdote el año 1.900. En los siguientes años desarrolla su labor en los conventos de Oviedo y Montesclaros (Cantabria) siendo también profesor en el seminario de Vergara (Guipúzcoa)
Ingresa en el monasterio de los dominicos en Corias, en el valle asturiano del Narcea, donde toma el hábito en 1.891 y realiza la mayor parte de los estudios de filosofía y teología. Será sin embargo en el convento de Salamanca en el que los concluya y en el cual se ordene sacerdote el año 1.900. En los siguientes años desarrolla su labor en los conventos de Oviedo y Montesclaros (Cantabria) siendo también profesor en el seminario de Vergara (Guipúzcoa)
En 1.901 la Orden de los Dominicos acepta asumir las Misiones del Urubamba y Madre de Dios, en Perú, asignando para ello al P. Ramón Zubieta. En 1.906, la provincia Dominicana de España acepta las misiones de la amazonía peruana y envía a seis misioneros entre los que parte fray Elicerio Mnez, con treinta y dos años. El 24 de noviembre desembarcan en el Puerto de Callao (Lima) y marchan destinados al Vicariato Misionero de Santo Domingo del Urubamba, en el sureste amazónico de Perú. Por delante más de 30.000 kilómetros cuadrados de selva dentro de cuyo territorio se encuentran las famosas ruinas de incas del Machu Pichu.
En mayo de 1.907, toma su primer destino: Chirumbia, labor pastoral que compaginará con la parroquia de Quillabamba durante dos años y a la que regresará en 1921, fecha a partir de la cual será atendida ininterrumpidamente por misioneros dominicos que pondrán las bases para la actual ciudad.
En 1.908, realiza un viaje por el Alto Urubamba y sugiere la creación de una misión en un lugar cercano a la boca del río Yavero, llamado Malankiato. Aunque la misión se fundó un año más tarde su andadura fue breve pues los dos dominicos que la dirigen enferman de paludismo y queda abandonada.
En 1.912 el Gobierno peruano concede a los Misioneros Dominicos el Santuario Santa Rosa, en Lima. Al año siguiente, la Prefectura Apostólica asume la categoría de Vicariato Apostólico del Urubamba y Madre de Dios, siendo elegido como su primer obispo Mons. Ramón Zubieta. En 1.913, mientras acude a Roma para ser ordenado como tal, nombra su primer Vicario Apostólico: fray Elicerio Mnez.
De 1.914 a 1.917, también por delegación de Mons. Zubieta, ejerce el cago de Superior y Capellán del Santurio de Santa Rosa, en Lima, desde donde colaboró con gran decisión en la idea de incorporar a las religiosas dominicas en las misiones.
El Capítulo Provincial de 1.919 le designó Predicador General. Aunque regresa al valle de la Convención en 1.920 debe retirarse hasta Arequipa para cuidar su salud. Hasta 1.934 ejerce su labor pastoral en Chirumbia, Quillabamba y Lares, momento en el que es nombrado Vicario Provincial dos veces consecutivas (1934-1942).
Su delicada salud le obliga a regresar a España, siendo asignado a la casa de Villava (Pamplona). Durante un año será capellán de las monjas de clausura de San Sebastián. Su estado físico sigue deteriorándose. Es trasladado a la enfermería de Salamanca donde fallece el 6 de febrero de 1.952.
Decir que su pueblo le dedicó una calle es mucho decir. Una calleja de unos 70 metros de larga fue el “homenaje póstumo” de sus paisanos. Un lugar tranquilo y apartado como aquellas misiones hacia las que se encaminó para predicar el Evangelio que fue su vida.
© Juan Carlos García Caballero
No hay comentarios:
Publicar un comentario